Cerebro emocional

Cerebro emocional

El cerebro emocional se refiere a la parte del cerebro responsable de procesar las emociones y regular las respuestas emocionales. Esta región se conoce como sistema límbico y está compuesta por varias estructuras, incluyendo el hipotálamo, la amígdala, el hipocampo y la corteza cingulada.

El sistema límbico desempeña un papel crucial en la experiencia emocional y en la regulación de las respuestas emocionales. La amígdala, por ejemplo, es especialmente importante en la detección y respuesta a las señales de peligro y desencadena respuestas de miedo y ansiedad. El hipocampo, por su parte, está involucrado en la formación y recuperación de la memoria emocional.

El cerebro emocional trabaja en estrecha colaboración con el cerebro cognitivo, que está asociado con el pensamiento lógico, la toma de decisiones y la planificación. Ambas áreas del cerebro se comunican entre sí a través de una red compleja de conexiones neuronales.

Es importante destacar que las emociones son una parte integral de nuestra experiencia humana y juegan un papel fundamental en nuestra vida cotidiana. El cerebro emocional nos permite experimentar y expresar una amplia gama de emociones, como la alegría, el miedo, la tristeza y el amor. Además, las emociones también influyen en nuestros procesos cognitivos y en la toma de decisiones.

El estudio del cerebro emocional ha sido objeto de investigación en el campo de la neurociencia afectiva y ha contribuido a nuestra comprensión de cómo se procesan y regulan las emociones en el cerebro. Esta investigación ha arrojado luz sobre los mecanismos neurales subyacentes a las emociones y ha proporcionado información valiosa para el desarrollo de intervenciones terapéuticas dirigidas a la regulación emocional y al bienestar mental.

Cerebro emocional

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El cerebro emocional. Emociones y Sentimientos.

Los niños y las emociones son la clave principal para poder entender tu propio comportamiento y el de las personas que te rodean, me estoy refiriendo a las emociones.

Como recordarás, en su teoría del cerebro triuno, Paul Mac Lean, identificaba un cerebro emocional que compartimos con la mayoría de los mamíferos. Esta parte del cerebro es la que se encarga de la generación de nuestras emociones y se compone principalmente de las siguientes áreas:

  • El Cerebro Emocional
  • 1.El tálamo (integrador de la información)
  • 2.La amígdala (emociones)
  • 3.El hipotálamo
  • 4.Los bulbos olfatorios
  • 5.La región septal
  • 6.Hipocampo (memoria)
  • 7.El núcleo accumbens (recompensas)
Cerebro y el tálamo
Cerebro y el tálamo

Seguramente, cuando hablas de emociones, piensas en emociones positivas y emociones negativas o dañinas, sin embargo, en realidad no existen emociones buenas ni emociones malas. Para poder entender esto, vamos a conocer el proceso cerebral que desencadena la aparición de una emoción y analizar cada parte de ese proceso por separado. Para empezar, vamos a diferenciar y definir qué son las emociones y qué son los sentimientos:

Las Emociones

Emoción es una palabra que viene del latín “emotio” y significa impulso o movimiento para la acción.  Una emoción no es más que una reacción química de nuestro cerebro que nos mueve a actuar con la única finalidad de garantizar nuestra supervivencia.

SARA – Sistema Activador Reticular Ascendente (SARA)

Una vez que percibimos un estímulo del mundo exterior, la información pasa por un primer filtro que se encuentra en la parte superior del tronco encefálico y que actúa mediante un grupo de núcleos llamado SARA (Sistema Activador Reticular Ascendente). Este filtro evalúa si el estímulo percibido en el entorno que nos rodea puede constituir un peligro o una recompensa para nuestra supervivencia y especialmente si el estímulo es desconocido, ya que para nuestro cerebro lo desconocido siempre puede constituir un peligro y, por lo tanto, debe ser evaluado y registrado en nuestros bancos de memoria. Todo aquello que el SARA considera intrascendente es básicamente desestimado y filtrado para no sobrecargar nuestro cerebro con información irrelevante. Si la información es relevante y pasa este primer filtro, se dirige hacia el tálamo. En el tálamo es donde se integran los estímulos percibidos por los distintos sentidos, una vez integrada, según las investigaciones de Joseph LeDoux, la información se bifurca en dos vías, la primera vía que es más corta y rápida se dirige hacia nuestro sistema amigdalino, lo que LeDoux denominó el camino corto y por otro lado hacia el neocortex, lo que denominó el camino largo. Por el camino corto la información se dirige hacia nuestro sistema límbico, donde la amígdala, centro de nuestra memoria emocional, reconoce y evalúa el estímulo como: peligroso, beneficioso o intrascendente. Esta segunda evaluación está relacionada con lo que llamamos fuerzas placer-dolor, es decir, si el estímulo puede producirnos placer o satisfacer una necesidad y por lo tanto es beneficioso para nuestra supervivencia o, por el contrario, si puede producirnos dolor y por lo tanto es perjudicial para la misma. El banco de memoria amigdalino registra todos los estímulos recibidos y, junto a nuestra memoria genética de preservación, los evalúa como placer o dolor, los relaciona con una emoción y los guarda para saber cómo actuar en el futuro de forma inmediata ante estímulos similares. Este banco de memoria es básico y sólo responde de las siguientes maneras:

  • Conducta de acercamiento
  • Conducta de acercamiento generada por una emoción

Si interpreta que el estímulo nos puede aportar una recompensa (placer) deja que la información se dirija al núcleo accumbens, conocido como el centro de anticipación de recompensas, donde generará emociones que provocarán conductas de acercamiento, especialmente con la liberación de un neurotransmisor llamado dopamina que nos generará un deseo irrefrenable de conseguir dicha recompensa.

SARA
SARA

“La emoción es un sistema de defensa del organismo para garantizar nuestra supervivencia”

  • Conducta de alejamiento
  • Conducta de alejamiento generada por una emoción

Por otra parte, si reconoce o interpreta el estímulo como peligroso (dolor), generará emociones que nos provocarán conductas de alejamiento, con sólo dos respuestas posibles: ataque o huida (la parálisis la consideramos como otra forma de huida). En este caso se activa el hipotálamo, quien se encarga de preparar al cuerpo para el ataque o la huida, regulando nuestro ritmo cardíaco, tensión arterial y provocando que la sangre se concentre en los distintos músculos que nos permitirán correr o luchar. Como puedes ver, hasta aquí la emoción es un sistema de defensa del organismo para garantizar nuestra supervivencia, donde se generan reacciones químicas que nos mueven a actuar de forma inmediata e inconsciente en un sentido o en otro, dependiendo de si se trata de un estímulo que puede generarnos placer o dolor.

Por supuesto, nuestro cerebro está preparado para reconocer de forma más rápida y eficaz estímulos que puedan causar dolor, ya que para nuestra supervivencia es más importante reconocer un posible peligro que una posible recompensa, por eso si vamos por el campo y vemos algo que se parece a una serpiente, pegaremos un salto hacia atrás, aunque luego se trate de una simple rama de arbusto, y en ese momento obviaremos cualquier otro estímulo que nos pueda suponer una recompensa como pueda ser una flor, un fruto o una moneda.

Serpiente camuflada. Reconocemos rápidamente el peligro, aunque esté camuflado

Serpiente
Serpiente

Por esta razón es que te decía que, en principio, no hay emociones buenas ni malas, sino que todas las emociones son buenas para garantizar nuestra supervivencia.  Entonces, ¿por qué oímos con frecuencia hablar de emociones positivas y emociones negativas? Bueno, es que generalmente se suele asociar a las emociones relacionadas con conductas de alejamiento con emociones negativas y a las relacionadas con conductas de acercamiento con emociones positivas. Ahora, tú me dirás: “Yo tengo emociones que me hacen daño y otras que me hacen sentir bien”, eso es verdad, y eso pasa porque las emociones deberían durar un corto período de tiempo, el suficiente para poner en funcionamiento nuestro cuerpo para actuar y además deberían tener una intensidad proporcional al estímulo que las genera. Pero eso no siempre es así y en ocasiones las emociones se mantienen activas más tiempo del que debieran, o su intensidad es desproporcionada, y es en estos dos casos cuando se convierten en dañinas para nuestra mente y nuestro organismo, porque están generando hormonas y neurotransmisores que ya no necesitamos. En ambas situaciones las emociones se convierten en perjudiciales, tanto si son de las consideradas positivas como las consideradas negativas, aunque es verdad que las consideradas negativas, como el miedo, la tristeza o la ira producen efectos dañinos mucho antes que las positivas. Por otra parte, coincidirás conmigo que de forma controlada y en su justa medida, incluso emociones como el miedo pueden sernos gratificantes, como por ejemplo cuando vemos una película, en ese caso, a la mayoría de nosotros nos es agradable experimentar ciertas dosis de miedo.

Los sentimientos

Pero bien, sigamos con recorrido de la información por nuestro cerebro. Dijimos que una vez pasa por el SARA la información se dirige al tálamo, lugar donde se integran los datos que nos llegan a través de los distintos sentidos (excepto los olores que se dirigen directamente al bulbo olfativo). Allí la información se bifurca por dos vías, la primera es el camino corto que ya hemos visto y que la dirige hacia el sistema límbico. La segunda vía dirige la misma información hacia el neocortex, a este recorrido Joseph LeDoux lo denominó el camino largo. Por este camino, la información recogida por nuestros sentidos tarda en llegar al neocortex unos 375 milisegundos, es decir, tres veces más que lo que la misma información ha llegado a la amígdala. Por esta razón, nuestras reacciones emocionales, al ser mucho más rápidas e inconscientes, son muy difíciles de controlar. Una vez pasados esos 375 milisegundos, la información llega por fin a la parte más evolucionada de nuestro cerebro, al cortex cerebral. Allí la información es evaluada de forma racional, pero no olvides que nuestro sistema amigdalino ya se ha disparado 375 milisegundos antes, generando una serie de neurotransmisores que contaminan nuestro cerebro y por tanto la información que llega por el camino largo a nuestro neocortex. Por esta razón, muchas veces no nos es posible analizar la información, ni la emoción que la acompaña, de una forma puramente objetiva. Seguramente, más de una vez te ha pasado, que aun cuando te das cuenta de que algo que te ha asustado no es peligroso, sigues sintiendo pavor y no sabes por qué. O cuando has visto en un escareas encargadas de identificar y Controlar las Emociones algo que te ha gustado mucho, realizas una compra irreflexiva, aunque no lo necesites o su precio sea desproporcionado. En ambos casos la información que llega a tu neocortex viene contaminada y no es posible evaluarla correctamente. En el caso de las emociones, la identificación, el control y gestión de las mismas se llevan a cabo en los LPF (Lóbulos Pre-Frontales). En principio la zona ventro-medial es la que se encarga de identificar la emoción y una vez identificada, la zona órbito-frontal es la que se encarga de controlar y gestionar la emoción correctamente.

Recuerdas a Phineas Gage, el capataz de la compañía del ferrocarril que mencionamos en el primer post, a quien un accidente dañó estas zonas de los lóbulos pre-frontales.  Esto provocó al pobre Gage una disfunción en la identificación de sus propias emociones, de manera que no era capaz de gestionar y controlarlas correctamente, lo que le provocó severos trastornos en su comportamiento. Es en este momento, en el que se identifican las emociones es cuando surgen lo que llamamos sentimientos, es decir, la interpretación que hacemos conscientemente de la emoción, y es en este momento cuando podemos darle un nombre.

Por lo tanto, los sentimientos son la interpretación consciente de nuestras emociones, o dicho de otra manera, la forma en que percibimos subjetivamente nuestras emociones. Por supuesto, esto no es una tarea sencilla. Como te comenté antes, la información viene contaminada y muchas veces nos es muy difícil, no sólo analizar de forma objetiva la información, sino identificar correctamente la emoción que la acompaña.

Por eso, en ocasiones no identificamos correctamente emociones como el miedo, a veces irracional, y en lugar de controlarlo y gestionarlo reaccionamos con enfado. Esta habilidad, la correcta y temprana identificación de nuestras emociones y su posterior gestión, es una de las principales competencias en las que se basa la Inteligencia Emocional que divulgó en 1995 el Psicólogo estadounidense Daniel Goleman.