Las creencias y el consciente

Las creencias y el consciente

Las creencias están estrechamente relacionadas con la mente consciente, ya que son el resultado de nuestros pensamientos, interpretaciones y procesos cognitivos. La mente consciente es la parte de nuestra mente que está activa en el momento presente y es responsable de tomar decisiones, razonar, analizar información y tener conciencia de nuestros pensamientos y acciones.

Nuestras creencias son en gran medida el producto de nuestros patrones de pensamiento y de las ideas que hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas. Estas creencias pueden ser conscientes o subconscientes. Las creencias conscientes son aquellas de las que somos plenamente conscientes y que podemos examinar y cuestionar fácilmente. Por otro lado, las creencias subconscientes son aquellas que hemos internalizado de manera profunda y que pueden influir en nuestras actitudes, comportamientos y percepciones sin que necesariamente nos demos cuenta.

Es importante destacar que nuestras creencias pueden influir en cómo percibimos el mundo, cómo nos relacionamos con los demás y cómo nos comportamos en diversas situaciones. Nuestras creencias pueden actuar como filtros a través de los cuales interpretamos la realidad, y pueden influir en nuestras expectativas, actitudes y respuestas emocionales.

Sin embargo, la mente consciente también tiene el poder de examinar y cuestionar nuestras creencias. Podemos reflexionar sobre nuestros pensamientos y creencias, evaluar si son beneficiosas o limitantes, y decidir si queremos mantenerlas o cambiarlas. Al tomar conciencia de nuestras creencias y desafiar aquellas que nos limitan, podemos expandir nuestra perspectiva y abrirnos a nuevas posibilidades y oportunidades.

En resumen, las creencias están vinculadas estrechamente con la mente consciente, ya que son el resultado de nuestros procesos cognitivos y patrones de pensamiento. Nuestras creencias pueden influir en nuestra percepción y comportamiento, pero también podemos utilizar la mente consciente para examinar, cuestionar y cambiar nuestras creencias si no nos están sirviendo.

Las creencias y el consciente

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Tenemos la presencia de seis factores transversales, es decir, presentes en toda psicoterapia que funciona:

1. Una relación intensa, emocional, confiada, con la persona que escucha

Cualquiera que sea su lealtad teórica o la familia terapéutica a la que se hace referencia, la calidad relacional es más importante que la técnica y la teoría que la sostiene. Esta relación debe ser de calidad para que haya un cambio profundo y perdurable. La relación es, en sí misma, un factor clave de la terapia; es terapéutica en sí misma, en la medida en que constituye una envoltura afectiva lo bastante contenedora y segura.

2. La existencia de un modelo o de un mito explicativo que permita atender al sufrimiento del paciente

Poco importa el modelo, psicodinámico, cognitivo, psicobiológico, psicogenealógico, energético, etcétera; lo importante es que sea coherente y que sea aceptado por el paciente. La existencia de un modelo explicativo le permite tener una representación de su síntoma, el cual responde a una cierta lógica interna, y además, obtener de esta una explicación que tenga sentido para él y que le permita inscribirla en su historia. El modelo está ahí, en segundo plano, como un esquema teórico. Si no hay esquema, no hay psicoterapia.

Nuestros modelos explicativos no son dogmas. No podemos presentarlos, en ningún caso, como verdades que se impongan y a las que todo ser humano deba plegarse para sanar. Todo modelo está al servicio del paciente y no a la inversa; a partir de ahí, debe ser capaz de adaptarse, de ser flexible y someterse a revisión perpetua. No debe supeditarse, pues, a una psicoterapia total o totalitaria, sino realizar un acercamiento flexible, evolutivo y  maleable.

3.        El aporte de informaciones o de nuevas concepciones para el paciente concernientes a la naturaleza del problema, el origen de este y los comportamientos alternativos posibles

La novedad permite llenar de sentido lo inaceptable, por incomprensible o absurdo que sea. Con frecuencia, el paciente llega al consultorio con un cierto saber o conocimiento de su problema, saber que, sin embargo, ya demostró ser insuficiente para resolverlo. Tiene necesidad de otra visión, de un nuevo escuchador, de una luz diferente que tenga en cuenta las características inconscientes de los síntomas, que no lo encierre en sus problemas, que esté siempre en desfase en relación con lo que él dice o cree saber.

Cuando un paciente, en su primera consulta, pretende ya conocer el origen de sus problemas o poseer la llave del enigma, seguramente será necesario buscar más allá y estemos frente a una «pantalla de humo», una resistencia al cambio.

Aportar una explicación nueva sobre el origen de las enfermedades es un aspecto pedagógico de la relación terapeuta/paciente. «Pedagógico» no quiere decir «terapéutico», pero ayuda a completar el tratamiento.

4.        El desarrollo de la capacidad del paciente para sentir e identificar lo que siente

Es una noción fundamental de la decodificación biológica y de otros enfoques, como las terapias conductuales y cognitivas o la PNL. Pero ¿acaso sentir es accesible para todo el mundo? En ocasiones es bastante difícil tener acceso a ese nivel de información, por ejemplo, cuando los pacientes utilizan términos vagos como «malestar» o «angustia», (angustia de qué?). Son palabras que pueden contener realidades variadas en extremo. Además, sucede que algunas emociones cubren a otras: es frecuente que la ira esconda una tristeza dolorosa y profunda, o a la inversa.

En el centro de la terapia, mediante la biodecodificación, se encuentra la búsqueda del sentimiento biológico conflictivo y específico de cada enfermedad.

El desarrollo de nuestras capacidades para sentir, identificar y después verbalizar nuestras emociones es, por otra parte, profiláctico.

5.        Despertar una esperanza de curación del paciente, por sí mismo, fundada en el reconocimiento personal y profesional del terapeuta

Es, de alguna manera, como la otra cara del conflicto de diagnóstico, que, en lugar de encerrarse, se abre sobre todas las posibilidades. Este punto contiene la fuerza operatoria de las creencias, de la autosugestión y de los intentos de cambio.

En ocasiones, las curaciones logradas por los bioterapeutas son de doble filo: pueden conducirlos a creer que no existen límites para la curación. De hecho, nosotros no curamos las enfermedades, sino que acompañamos a los hombres y a las mujeres que están más o menos abiertos, accesibles o confusos por completo. Por otra parte, es cierto que se han dado resultados duraderos en casos que habían sido etiquetados como graves.

6.        La experiencia de una mejoría que refuerza la confianza del paciente en sí mismo y en la terapia

Esta noción se asemeja al antídoto del conflicto autoprogramante. En este, el funcionamiento es: «cuanto peor me siento, más empeoro». Para este sexto punto, la nueva experiencia es: «cuanto mejor me siento, más rápido me repongo».

La experiencia de una mejoría, incluso ligera, puede ser un objetivo de la primera sesión, a fin de permitir al paciente sentir en él su potencial, que con frecuencia está infrautilizado. Milton Erickson intentaba a menudo introducir ligeros cambios en el interior del complejo patológico endurecido

Remontar del inconsciente hacia el consciente

Podemos constatar, a través de este estudio, la importancia y la utilidad en la relación terapéutica de un equilibrio entre teoría (transversal: puntos 2, 3, 5) y práctica (puntos 1, 4, 6).

Hay algo estable (teoría) y algo en movimiento (práctica). Si estamos demasiado asentados en la teoría, no pasará nada. Si nos asentamos demasiado en el movimiento, tampoco: es fulanita, que se encuentra con menganita y le habla de sus problemas; hablan y se escuchan, pero no sucede nada.

Por el contrario, en la relación de ayuda, en el acompañamiento terapéutico, el que escucha comienza por recibir todo lo que llega. La persona tiene, por su parte, necesidad de comentar sus experiencias desafortunadas, colocar allí palabras (hacer un relato) y definir con precisión lo que está mal en ella. Por las reformulaciones del que escucha, del terapeuta, la persona va a poder tomar conciencia de la razón por la cual es importante para ella que eso ocurra. El paciente va a descubrir la utilidad del síntoma, la coherencia de su presencia en su vida actual. Enseguida actualizará aquellas creencias que estén vinculadas con sus problemas, sus dificultades, sus sufrimientos; en efecto, la recepción benévola, la escucha empática, la congruencia y las técnicas de reformulación, de manera natural y automática, pondrán en movimiento la denuncia hasta entonces solidificada y bloqueada. Este movimiento permite descender de lo más consciente hasta lo más inconsciente. El inconsciente se vuelve, poquito a poco, al ritmo del paciente, hacia la luz. Como ya sabemos, las creencias son abstractas, inconscientes y creadoras.

Una vez que la relación queda establecida, y solo entonces, podemos comenzar a buscar la creencia limitante. El inconsciente tiene necesidad de preliminares para poder abrirse, así como las flores tienen necesidad del calor y de la luz de la primavera para desplegarse