Traumas

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Los traumas son experiencias emocionalmente abrumadoras que pueden dejar una marca profunda en una persona. Pueden ocurrir como resultado de eventos traumáticos, como accidentes, abusos, desastres naturales, violencia, pérdidas significativas, entre otros. Los traumas pueden afectar tanto el bienestar emocional como el físico de una persona.

Algunos síntomas comunes asociados con los traumas incluyen flashbacks o recuerdos recurrentes del evento traumático, pesadillas, ansiedad, evitación de situaciones o lugares relacionados con el trauma, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad, dificultades para concentrarse, entre otros. Estos síntomas pueden interferir con la calidad de vida de una persona y su capacidad para funcionar en diversas áreas.

La recuperación de un trauma puede implicar diferentes enfoques terapéuticos, como la terapia cognitivo-conductual (TCC), la terapia de exposición, la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), la terapia centrada en el cuerpo y otras modalidades de tratamiento. El objetivo es ayudar a la persona a procesar y trabajar a través del trauma, reducir los síntomas relacionados y promover su bienestar emocional y mental.

Es importante recordar que cada persona puede experimentar y responder al trauma de manera diferente, y el proceso de recuperación puede variar de una persona a otra. Si has experimentado un trauma y estás lidiando con sus efectos, es recomendable buscar apoyo profesional de un terapeuta u otro profesional de la salud mental especializado en el tratamiento de traumas.

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Traumas y momentos traumáticos. Ciertos acontecimientos de nuestra vida pueden causar  traumas en la persona. Normalmente, cuando no estamos preparados para algún suceso negativo intenso y nos llega por sorpresa, como algo inesperado, sentimos emociones muy fuertes y si no sabemos afrontarlos bien, pueden convertirse en un problema mayor y llegar a producirse un trastorno por estrés postraumático. Lamentablemente, a veces el tiempo no lo cura todo, y las heridas emocionales que causan los traumas pueden estar presentes toda la vida si no hacemos algo para cicatrizarlas.

Quizá hayas pasado por un accidente grave o hayas visto uno.

Puede que hayas pasado por acontecimientos traumáticos en tu infancia como el haber sufrido abusos sexuales o  acoso escolar.

O simplemente, como la mayoría de las personas, has pasado por pequeños traumas en tu vida, acontecimientos negativos que te marcaron y aún hoy afectan a tu autoestima.

El tratamiento para un trauma se puede realizar a través de la psicoterapia, y dentro de ésta podemos ayudarnos de varias técnicas para reprocesar el trauma.

Las Técnicas de Integración Cerebral han demostrado ser muy eficaces a la hora de comprender un trauma y reprocesar su carga emocional para poder superarlo.

Qué es un trauma

Un trauma es un choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente.

Y también podemos definir trauma como una emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.

Tal y como hemos introducido, los traumas surgen bien porque has sufrido un miedo de gran intensidad (terror) o porque te has sentido incapaz de asumir y manejar un peligro real o potencial. 

En qué consisten las Técnicas de Integración Cerebral

Las Técnicas de Integración Cerebral (TIC) son toda una novedad en España. El Prado Psicólogos es uno de los centros pioneros en nuestro país en incorporar esta metodología a la terapia psicológica.

Las técnicas TIC se suelen combinar con otra técnica, ya muy asentada en todo el mundo, EMDR, también para reprocesar traumas.

La combinación  de ambas técnicas ayuda a combatir una amplia lista de trastornos como fobias, ansiedad, depresión, duelo por la pérdida de un ser querido, trastorno de estrés post-traumático y otros muchos problemas.

Sus beneficios se podrían resumir en los siguientes:

 Activan los dos hemisferios cerebrales para que la persona pueda activar todos sus recursos a la hora superar el trauma.

 Al mismo tiempo, integran los dos hemisferios y activan las áreas del córtex con el fin de liberar emociones que han quedado reprimidas en el pasado.

 Consiguen que la persona pueda observar el trauma desde fuera, examine sus emociones negativas y las trabaje para conseguir la solución que desea.

 Transforman las creencias limitantes que nos impiden avanzar para conseguir los objetivos que deseamos en creencias potenciadoras.

Tanto si se trata de la intensidad del traumatismo, o de la situación de fragilidad de la víctima, un suceso doloroso se convierte en “traumático” en el sentido propio del término. Según la teoría del EMDR, en lugar de ser digerida, la información concerniente al traumatismo permanece bloqueada en el sistema nervioso, grabada en su forma inicial. Las imágenes, pensamientos, sonidos, olores, emociones, sensaciones corporales, y las convicciones que se extraen sobre uno mismo (<<No puedo hacer nada, me van a abandonar>>), se almacenan en un sistema de neuronas que cuenta con vida propia. Anclado en el cerebro emocional, desconectado del conocimiento racional, este sistema se convierte en un paquete de información no tratada y disfuncional que el menor recuerdo del traumatismo inicial puede reactivar.

Un recuerdo grabado en el cerebro puede ser estimulado a partir de cualquiera de sus constituyentes. Un ordenador necesita una dirección exacta para encontrar lo que guarda en su memoria (igual que un bibliotecario necesita conocer la localización exacta de un libro para encontrarlo en las estanterías).   Por el contrario, el acceso a un recuerdo en el cerebro se lleva a cabo por analogía: no importa qué situación nos recuerda un aspecto de algo que hemos vivido, puede basar para evocar el recuerdo entero. Estas propiedades de la memoria son bien conocidas: se las denomina <<acceso a través del contenido>> y <<acceso a través de las correspondencias parciales>>.   Eso tiene consecuencias importante para los recuerdos traumáticos. A causa de estas propiedades, no importa qué imagen, qué sonido, olor, emoción, pensamiento o incluso sensación física que se parezca a la circunstancia del suceso traumático, puede desencadenar el recuerdo de la totalidad de la experiencia almacenada de manera disfuncional. A menudo, el acceso a los recuerdos dolorosos se realiza a través del cuerpo.

En un recuerdo traumático influye muchos factores que pueden activar esa memoria, la posición del cuerpo, el día del año, los olores, el tacto, la vista, el ambiente, etc.

Los “pequeños” traumatismos dejan una huella profunda

Es posible que el descubrimiento del EMDR transforme la práctica de la psiquiatría y del psicoanálisis. A finales del siglo XIX, Pierre Janet, y Sigmund Freud más tarde, presentaron la audaz hipótesis de que una gran parte de los trastornos psicológicos que aparecen a diario en las consultas de los médicos clínicos –depresión, ansiedad, anorexia, bulimia, abuso de alcohol y drogas-, tenían su origen en sucesos traumáticos. Fue una contribución inmensa, pero a la que no le ha seguido un método de tratamiento que permitiese aliviar  rápidamente a las personas que los sufrían. No obstante, cuando la huella disfuncional de las emociones es al fin eliminada por el método EMDR, los síntomas desaparecen a menudo por completo, y ello da paso a una nueva personalidad. Como se dispone de una herramienta que permite trabajar en la causa de los síntomas –no sólo controlarlos- y con mucha rapidez, lo que cambia es todo el enfoque acerca del paciente. Sobre todo porque los traumatismos “con t minúscula” son responsables de otros muchos síntomas además del EEPT.

Un estudio llevado a cabo en Australia en un servicio de urgencias ilustra las múltiples consecuencias de las pequeñas sacudidas emocionales. Los investigadores han seguido durante un año a las víctimas de accidentes de carretera que pasaban por el servicio. Al final del año le hicieron pasar una serie de exámenes psicológicos. Más de la mitad habían desarrollado síndromes psiquiátricos a consecuencia del accidente. De todos los síndromes constatados, el EEPT era el menos frecuente. De lo que más sufrían esas personas era de depresiones simples, de ataques de ansiedad banales, de fobias. Un buen número de ellas había incluso desarrollado una anorexia, una bulimia o un abuso del alcohol o las drogas, sin otros síntomas.  La lección más importante que puede extraerse de este estudio es que no sólo es el EEPT, ni de lejos, el único estado que necesita la investigación de sucesos pasados que hubieran podido dejar cicatrices emocionales que todavía hacen sufrir. En todas las formas de depresión o ansiedad es necesario tratar de identificar sistemáticamente en la historia del paciente lo que ha podido desencadenar los síntomas que le perturban en la actualidad.  Después hay que eliminar el mayor número posible de esas huellas emocionales.