Teoría de la mente

La teoría de la mente

La teoría de la mente es una capacidad cognitiva que nos permite atribuir estados mentales, como creencias, deseos, intenciones y emociones, a nosotros mismos y a otras personas. Es la habilidad para comprender y reconocer que otras personas tienen mentes y que estas mentes pueden tener creencias, intenciones y emociones diferentes a las nuestras.

La teoría de la mente nos permite inferir y predecir el comportamiento de los demás, entender sus pensamientos y emociones, y tomar perspectiva. Nos ayuda a comprender que las personas tienen diferentes puntos de vista, conocimientos y experiencias, lo que nos permite desarrollar empatía y establecer relaciones sociales más efectivas.

Esta capacidad se desarrolla en los primeros años de vida y continúa desarrollándose a lo largo de la infancia y la adultez. Jugar roles, leer historias, interactuar socialmente y participar en situaciones de colaboración son actividades que contribuyen al desarrollo de la teoría de la mente.

La teoría de la mente tiene implicaciones en áreas como la psicología, la neurociencia, la sociología y la educación. Nos permite comprender el comportamiento humano, la interacción social y las habilidades comunicativas. Además, se ha asociado con la empatía, la toma de perspectiva y la capacidad de entender y responder a las emociones de los demás.

En resumen, la teoría de la mente es la capacidad de atribuir estados mentales a nosotros mismos y a los demás, lo que nos permite comprender y predecir el comportamiento humano, establecer relaciones sociales efectivas y desarrollar empatía y comprensión hacia los demás.

La teoría de la mente

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Para explicarte qué es teoría de la mente, te voy a pedir que imagines la siguiente situación: “Tú vas por la calle y ves salir a un hombre de un bar, se acerca a un coche que está estacionado, y ¡de pronto se detiene!, empieza a tantear sus bolsillos y regresa corriendo al bar de donde había salido, un par de minutos después le ves salir nuevamente, pero esta vez realiza el mismo recorrido hacia el coche, mirando al suelo, hacia un lado y a otro, serio y con los ojos muy abiertos”

¿Qué interpretación le das a esta situación?…

Quizá, lo primero que puedes pensar es que el hombre se da cuenta de que no encuentra algo que llevaba encima, probablemente las llaves del coche, su teléfono móvil o su cartera. Por esa razón, toma la decisión de regresar corriendo al bar para ver si se le había olvidado allí. Al verlo salir nuevamente del bar, mirando al suelo serio y con los ojos muy abiertos, quizás pienses que no ha encontrado en el bar el objeto que echaba en falta, por lo que sale nuevamente muy preocupado buscando con desesperación ese objeto que intuyes que se le había perdido.

A lo mejor se te ha ocurrido otra interpretación de lo que pudo haber sucedido, pero sea cual sea, cuando observamos a otra persona actuar de una forma peculiar, le atribuimos intenciones, pensamientos o estados mentales que le han llevado a actuar de esa manera, ¿verdad? Si no fuera así, el mundo social en el que vivimos nos parecería confuso, y nos daría miedo porque no podríamos comprender por qué actúan los demás de una u otra forma.

Esta habilidad, sumamente desarrollada en los seres humanos, pero que también compartimos, en una escala menor, con otros animales, es a lo que llamamos teoría de la mente.

David Premack

El concepto de teoría de la mente fue desarrollado por primera vez con este nombre en 1978 por David Premack y Guy Woodruff y se define como la habilidad que tenemos para atribuir, pensamientos, intenciones, comportamientos y estados mentales a otras personas o individuos.

¿Te preguntarás porqué le llamaron teoría?

Le llamaron teoría porque es algo que no es directamente observable y que, por lo tanto, la mayoría de las veces no podemos comprobar si esas atribuciones o inferencias que hacemos son ciertas o no. Por esta razón, decimos que, al hacer predicciones, estamos teorizando sobre los estados mentales de los demás, es decir sobre sus pensamientos e intenciones.

Esta habilidad, si bien empezamos a desarrollarla antes del año, no es lo suficiente madura como para manifestarse en los seres humanos hasta después de los tres o cuatro años de edad.

Este hecho puede constatarse mediante el conocido test de Anne y Sally, también llamado “test de la falsa creencia”, donde, a forma de juego, se expone un experimento que consiste en lo siguiente:

Se les pide a unos niños, sujetos de este experimento, que observen la siguiente situación:

Test de Anne y Sally

Una muñeca, a la que llaman Sally, pone un objeto en una cesta y luego se va. Cuando Sally no está viene Anne, otra muñeca que coge el objeto que Sally había guardado en la cesta y lo esconde en una caja con tapa que está al lado de la cesta. A continuación, vuelve Sally, que no había visto a Anne cambiar el objeto de lugar.

Entonces se les pregunta a los niños: ¿dónde irá a buscar Sally el objeto?

La mayoría de los niños a partir de los 3 o 4 años son capaces de ponerse en el lugar de Sally y atribuirle pensamientos y estados mentales, por lo que dicen que Sally buscará el objeto donde lo dejó, en la cesta, ya que Sally no es consciente de que Anne, la otra muñeca, lo cambió de lugar. Sin embargo, los niños menores de esa edad dicen que Sally lo buscará en la caja porque es donde realmente está, siendo incapaces de “leer la mente” de Sally o ponerse en su lugar.

Para que puedas comprender mejor el test, te invito a verlo directamente en el siguiente vídeo de National Geographic:

¿Es ésta una habilidad exclusiva de los seres humanos?

Otras especies de animales superiores también son capaces de reconocer las intenciones de otros, de hecho Premack y Woodruff elaboraron su teoría a raíz de experimentar con primates y por ejemplo, si observas a dos perros jugar podrás ver que son totalmente conscientes de si el otro está jugando a luchar o está luchando de verdad, es decir pueden interpretar las intenciones del otro animal, pero aparte de esto, ningún animal ha sido capaz de superar tests más elaborados.

¿Cuál es la principal importancia de esta habilidad?

Si no pudiéramos desarrollar una teoría de la mente o si lo hiciéramos de manera defectuosa, como pasa en el caso de los autistas, las personas con síndrome de Asperger y otras patologías, no seríamos capaces de establecer vínculos sociales normales con otras personas de nuestra especie, pues no podrías reconocer que las mentes de los demás o sus emociones funcionan como la tuya, lo que te permite desarrollar, entre otras cosas, la empatía, una habilidad que nos permite, no sólo ponernos en el lugar de los demás, sino incluso, sentir lo que sienten otras personas.

“Al simular en nuestro cerebro los procesos cerebrales de otras personas como si fueran propios, podemos realizar una suerte de “lectura de la mente”, es decir intuir lo que otros están pensando”

Sin embargo, no debemos olvidar que cuando atribuimos estados mentales, sentimientos o intenciones a los demás, lo que estamos haciendo es teorizando. Esto significa que podemos cometer errores, especialmente en el caso de la empatía, ya que, de alguna forma, todos pensamos que nuestro cerebro es exactamente igual al de otras personas, pero en sentido estricto nuestros sentimientos y emociones sólo se pueden experimentar en primera persona, ya que cada uno de nosotros contamos con un sistema nervioso cerrado, a partir del cual creamos nuestra propia percepción subjetiva de la realidad. A nivel sensorial, por ejemplo, ni siquiera podemos estar seguros de que una persona que se encuentra a nuestro lado  está percibiendo los colores que vemos exactamente igual que nosotros. Sin embargo, todos los organismos de una misma especie vivimos en un medioambiente similar y tenemos un desarrollo fisiológico de nuestro cerebro y sentidos similar. Esto hace posible que podamos compartir información de nuestro entorno y de la forma en que lo percibimos.  Por esta razón, también podemos simular o replicar en nuestro cerebro estados mentales, acciones, emociones y sentimientos ajenos, con el sólo hecho de observarlos en otras personas.

Empatía

Esta es la principal razón por la que nos resulta tan difícil empatizar, porque atribuimos estados mentales, pensamientos y sentimientos a otras personas desde nuestros propios modelos mentales, modelos que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida, desde nuestra propia percepción subjetiva de la realidad.

Por eso, empatizar requiere adaptar nuestros modelos y estructuras mentales a los de los demás y eso sólo se logra escuchando de forma activa e interesada, de manera que nos permita interiorizar cómo piensan y sienten los demás desde su particular experiencia, y no solamente intentando atribuir estados mentales desde nuestra experiencia propia.

“Todos pensamos y sentimos de manera similar pero no igual, porque cada uno lo hacemos desde nuestros propios modelos mentales, construidos en base a nuestra particular percepción subjetiva de la realidad”

Ahora, quizás te preguntes si, desde un punto de vista neurocientífico, podemos saber cómo funciona a nivel cerebral esta maravillosa habilidad que nos permite sociabilizarnos y hasta de alguna forma “leer las mentes ajenas”

Podemos conocer este proceso debido a un descubrimiento que se produjo por casualidad o  “causalidad”, quiero decir que se descubrió por un acontecimiento no esperado a principios de los años noventa en Parma, Italia:

Las neuronas espejo o neuronas especulares